Esa Perogrullada Llamada Psicoanálisis- Jorge Garaventa- para Habemus
Cultum
Esa Perogrullada Llamada
Psicoanálisis
Jorge Garaventa
El Psicoanálisis está en la Cultura y ésta en aquel. Suena a verdad de
Perogrullo pero es necesario subrayarlo.
Antes de seguir, y me disculparán el editor y el lector, pero no puedo
menos que detenerme en esto, aunque resulte una perogrullada. Así como
transitamos con frases hechas al hombro, la cultura suele hacernos mulas de
ideologías o bolsones de ella acerca de las cuales ignoramos ser portadores. El
racismo y el machismo son parte de ello, los estereotipos de la femineidad
también.
El origen de “la Verdad de Perogrullo” se viste de leyenda. La leyenda,
a su vez, en cierto sentido se emparenta con la ficción, pero no solamente.
Decimos en Psicoanálisis aplicado a la psiquiatría que la diferencia entre una
alucinación y una ilusión radica en que en ésta hay objeto deformado, pero lo
hay, mientras que la alucinación lo construye totalmente. Una mancha en la
pared es la imagen de una virgen, para la ilusión. La alucinación no va a
necesitar mancha alguna para tutearse con la virgen. La leyenda podría
equipararse a una historización social, pero no exactamente ya que historizar
es una especie de construcción subjetiva…!vaya coincidencia!
Entonces, según parece, las perogrulladas eran obras de Don Pedro
Grillo, un personaje del que se tiene algún tipo de recuerdo allá por 1212.
Otros lo ubican cerca del 1460, y le adjudican un anonimato producto de su
satirismo filosófico hacia la Biblia, a la cual consideraría un compendio de obviedades.
Bajo el apodo, “Evangelista”, escribió frases como esta:
“"El primero día de enero que
vendrá será primero día del año, que todo el mundo no lo estorbará, si con
tiempo no se remedia. Este día amanecerá al alba."
Será sin embargo Francisco de Quevedo quién en 1622 en “Sueño de la
Muerte” bautiza finalmente las verdades obvias como perogrulladas, y regala un
ejemplo de quién ya a esta altura era Don Pero Grullo, que había perdido la “d”
en su nombre pero había ganado en trascendencia:
“Andarás con los pies, volarás con
las plumas, serán seis dos veces tres, por muy mal que hagas las sumas.”
Todo esto para decir que en realidad, ni siquiera las verdades de
Perogrullo nos dan la certeza de serlo.
Y así es el Psicoanálisis, en la clínica, en la cultura y en la vida
cotidiana.
Freud supo decir que a veces un habano es un habano, pero lo hizo tan
solo para remarcar lo imprescindible de aquello que luego señalara Lacan sobre
la imperiosa necesidad de una mirada paranoica, en un universo simbólico
construido con base en malos entendidos, que se pretenden obvios. Allí es donde
nos asentamos, en el deseo de saber de qué se trata, eso que conduce a una
subjetividad más revuelta pero más conciente de nuestra propia inconsciencia.
Esa que nos brinda la posibilidad de saber que nuestra razón cotidiana hunde
sus raíces en la lógica de la sinrazón. Y no hablo de lo que ocurre en la
clínica, o no solamente, sino de una determinada manera de habitar el mundo. Y
aquí mismo va el ejemplo. No sabía que estaba diciendo cuando hablaba de
“determinada manera”…una verdad de Perogrullo, claro.
Desde que tengo uso de sinrazón hay dos muertes que se anuncian
periódicamente, la del Psicoanálisis y la del Peronismo. Siempre recuerdo el
telegrama que Mark Twain remitiera al New York Journal en 1897, luego de que
este medio publicara una necrológica sobre el escritor: “la noticia sobre mi muerte fue una exageración”
También es cierto que la permanencia de algo no dice nada en sí mismo.
En todo caso de lo que se trata es de poder establecer qué, cómo y por qué algo
atraviesa los tiempos y hace presencia, como la leyenda de Pero Grullo.
El Psicoanálisis no ha muerto digo, y sé que es una perogrullada. Está
en la cultura y en las prácticas clínicas. Ni mejor ni peor, ni más ni menos.
Esas son polémicas gallináceas, de corto vuelo que apenas aportan noticias
sobre las características personales de quiénes portan determinados
pensamientos, incluso el psicoanalítico. Mas bien me parece que lo interesante
es hablar de esta otra forma de mirar al mundo, que lleva a habitarlo de manera
diversa y sin apuros.
En un mundo de urgencias el Psicoanálisis lleva tatuado aquel cartelito
presente en los viejos autos, el que invitaba a ir despacio para llegar más
rápido a destino.
El psicoanálisis tiene un andar pausado para nada ingenuo…el ejercicio
del mismo es muy hinchapelotas, porque no logra hacerse el distraído…por eso se
lo padece, aunque, para ser más preciso, da cuenta del padecer del sujeto y de
la cultura. Y se sabe, aunque hoy casi no hay cartas, que el primero que paga
los platos rotos es el cartero. Y no todos los carteros son como el de Neruda.
Ni todos somos Neruda. Continuará, seguramente compondremos variaciones sobre
el mismo tema, al mismo tiempo que el Psicoanálisis seguirá mostrando que la
libertad subjetiva es un mito, si no se construye. Y de eso sabían mucho Freud
y Lacan, pero sobre todo, Don Pero Grullo.